Eran casi las cuatro de la mañana cuando los pasos atareados y voces corrían fuera del pasillo de su habitación. Había logrado quedarse dormida con suerte a las tres de la mañana y ahora tendría que volver a batallar para conciliar el sueño.
Ante la persistencia de los ruidos externos, decidió salir a investigar, topándose con varios hombres corriendo a lo largo de su habitación y la de su hermano, que casualmente también se encontraba abierta. Caminó hasta el cuarto y atrapó a su hermano vestido con un simple conjunto deportivo pero preparado para salir.
–¿Lían? ¿Qué pasó?
Verla despeinada y adormilada le recordó mucho a la niña que solía ser cuando viv