Cuando llegaron al pasillo de la entrada pudieron observar a una llorosa y desgreñada Rita Hammil.
De la mujer seria y pensante que había conocido tiempo atrás no quedaba nada.
Se había colocado un uniforme de servicio para lograr tener entrada a la mansión y por fin tener la oportunidad de encararla.
Su hijo no estaba a su lado y ahora estaba más sola que un perro.
–¡Te pedí! ¡Te rogué que no mataras a mi hijo! Aún así lo hiciste y mira… ¡Estás aquí celebrando como se deshicieron de él arrebatándole la vida! ¿¡Qué tipo de gente son todos ustedes?!
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