Emily sintió un pequeño avance cuando por fin pudo ponerse de pie sin algún dolor en el tobillo. Henry estuvo a su lado, sirviendo de apoyo para que no se dejara caer.
Las manos en su cintura la ayudaban a mantenerse firme, sin embargo, algo dentro de sí se sentía muy extraño. Henry Hammil era un hombre muy atractivo e imponente y quizá con el tiempo podría desarrollar un gusto por su apariencia pero no congeniarían tan bien como esperaba.
–¿Puedes caminar sin dolor? Si continuas con esa cojera traeré al médico a casa mañana mismo.
–No hace falta, ya no me duele tanto como al salir del hospital. Es cosa de nada.
–¿Tanto te fastidi&oa