— ¡Vamos! ¡Dime! ¡¿Todavía sientes algo por Isabella?! — Repitió Máximo al no obtener respuesta, pues Diego seguía paralizado.
— Yo… Pues, yo…
Diego inspiró profundo, sopesando que opciones tenía, era obvio que Máximo estaba muy bien informado, que lo sabía todo y que quizás lo estaba probando.
El hombre se llenó de coraje y levantó la barbilla con dignidad.
— Sí, yo la amo…
— ¿Qué? — Los ojos de Máximo se oscurecieron, mientras que apretó los puños a los costados.
— Quieres que sea sincero, ¿No es así? Pues aquí tienes la verdad… La amo, siempre la he amado, desde que éramos muy jóvenes y creo que siempre la amaré…
— Infeliz… — Murmuró Máximo.
— Y sí, soy hijo de Maximiliano, o de Gustavo, como gustes llamarlo, estuve trabajando para él, pasándole información sobre tus empresas y tus movimientos… — Afirmó Diego.
— ¡Eres un desgraciado mentiroso, un traidor…! — Máximo se acercó, tomando a Diego con fuerza por el cuello de la camisa.
— ¿Traidor? ¡Hice lo que tenía que hacer!