Capítulo 8 — A la guerra

Margaret estaba en su oficina, un espacio que había mandado a preparar dentro de su camarote. Ella revisaba, una vez más, cada uno de los expedientes que los investigadores le habían entregado con los detalles de la vida de sus nietos, cuando la puerta sonó.

Ella guardó ordenadamente las carpetas de regreso a una gaveta con cerradura y se levantó para abrir. Eran sus hijos, Ricardo y Héctor.

De inmediato, Margaret supuso que esta visita, a primera hora del día, no debía ser para saludarla y recuperar el tiempo perdido con su madre, pues las caras largas que traían sus hijos, lo decían todo.

— Buen día, madre… — Ricardo se inclinó levemente.

— Ya sé que no vienen para saludarme, Ricardo… — Margaret se dio la media vuelta, dejando la puerta de su habitación abierta para que sus hijos entren. — Así que lo mejor es que vayan al grano…

— Es cierto, madre… — Héctor entro tras ella, seguido de Ricardo. — Nosotros, estamos aquí para hacerte entrar en razón…

— ¿En razón? — Margaret se gi
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