—Tengo hambre —las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas, y él hizo una pausa, sin volverse hacia ella.
Suspirando internamente, cojeó hasta la mesa y se sentó en su asiento. Ángela miró hacia la cocina y estaba limpia. Eso fue impresionante.
—¿No tienes hambre? —ella preguntó y él silenciosamente tomó asiento frente a ella.
Ángela se sirvió un poco de bistec y ensalada, mientras Luca llenaba su plato con casi todo. Debe estar hambriento. Se sirvió un poco de vino para él y jugo para ella, lo que la hizo fruncir el ceño.
—Yo también puedo beber —dijo.
—No eres buena con el alcohol —dijo.
—Dice el que- —ella abruptamente selló sus labios, bajando la mirada sintiéndose incómoda.
El silencio prevaleció a su alrededor antes de que se aclarara la garganta.
—Se necesitan al menos dos o tres botellas de alcohol para perder la cabeza —dijo.
—Hmm —tarareó en respuesta, comiendo tranquilamente su comida y sorbiendo el jugo.
La comida era deliciosa. No pudo evitar notar qu