El amanecer llegó a Argemiria con un silencio inquietante. Desde la ventana de su apartamento, Anya observaba cómo las primeras luces del día iluminaban la Plaza del Parlamento, aún vacía pero expectante, como un escenario preparado para una obra que estaba a punto de comenzar.
"¿Estás segura de esto?" preguntó Leonor, que permanecía sentada frente al ordenador portátil, con los dedos suspendidos sobre el teclado.
Anya se giró hacia ella. Su rostro reflejaba determinación, aunque sus ojos delataban el miedo que sentía.
"No hay vuelta atrás", respondió. "La verdad no puede seguir enterrada. No cuando afecta a todo un reino".
Leonor asintió y presionó la tecla de envío. En ese instante, fragmentos cuidadosamente seleccionados de los archivos secretos de la Reina Madre comenzaron a circular por las redes sociales, foros y aplicaciones de mensajería de Argemiria. No habían incluido nombres ni fechas específicas, solo lo suficiente para despertar preguntas incómodas sobre el linaje real y