Eden no volvió a casa.
Después de que Alaric se marchara, pasó dos horas vagando por el campus en un aturdimiento, con la mano vendada latiendo de dolor fantasma por una herida que ya se había curado. Los estudiantes corrían a su alrededor, riendo y conversando, viviendo sus vidas normales. Eden se sentía como si los observara a través de un cristal: presente, pero separada; humana, pero no.
Cuando por fin subió las escaleras hacia el apartamento, el sol ya se había puesto y su teléfono estaba lleno de mensajes preocupados de Lily. No respondió a ninguno.
La tía Sera estaba en la cocina, preparando la cena. El olor a ajo y hierbas llenaba el apartamento: reconfortante, familiar, seguro. Por un momento, Eden quiso fingir que era una noche cualquiera. Quiso sentarse a la mesa, comer y hablar de cosas sin importancia mientras Sera la mimaba.
Pero entonces vio el pequeño plato blanco sobre el mostrador. Su píldora de la noche, ya lista. Esperando.
“Eden.” Sera se giró, con alivio en el ro