Al filo del abismo (3era. Parte)
Dos días después
Bagdad
Sara
Todos sabemos que no podemos leer los pensamientos de los demás, pero sí existen señales, indicios que no mienten: un gesto, una palabra que se titubea, la forma en que mueven los ojos o aprietan los labios. Esos detalles delatan cómo perciben la vida, especialmente cuando sienten que algo puede dañarlos. Y lo más crudo, lo más real: ellos siempre se ponen primero. No hay un gramo de empatía, ni lazos de sangre que valgan; todo es cálculo, autoprotección. Harán cualquier cosa para salvarse, incluso si eso significa destruirte a ti, aplastarte, borrarte de su camino, solo para asegurarse de no caer.
Y uno aprende a reconocerlo. Aprendes a medir cada palabra, cada movimiento, a no dejar pistas que puedan usar en tu contra. La vida con ellos es un tablero de ajedrez donde cada pieza puede traicionarte, y solo los que comprenden esto sobreviven intactos. No hay justicia, no hay culpa: hay supervivencia, mientras tanto, debes mantener tus sentidos alerta, mover