Al filo del abismo (2da. Parte)
El mismo día
Bagdad
Latifa
Dicen que existe la lealtad, pero yo sé que es un mito. Nadie es incorruptible; basta con hallar el hilo correcto, jalarlo suavemente y pronto cualquiera venderá el alma, incluso la de su propia madre. Pero no es tan simple: se necesita tiempo, paciencia, observar cada gesto, cada debilidad, hasta conocer a la presa, hasta acorralarla sin que lo note.
La lealtad es frágil… como un cristal. Un empujón bien calculado y se quiebra, se deshace en mil pedazos. Algunos creen tener fuerza, integridad, pero siempre hay una grieta, un punto débil que espera ser explotado. Y las excepciones… sí, las excepciones existen, pero son peligrosas, porque cuando aparecen, significan problemas… problemas que no puedes esquivar.
Tal vez en mi desesperación por conocer si Yassir me traicionaba subestimé la lealtad de Ibrahim. Pensé que el empleado abriría la boca con facilidad, teniendo en cuenta que yo era la esposa de su patrón, a quien debía respeto y obediencia. Pero nada má