El sol de la mañana se coló por la pequeña ventana de mi cabaña, sin traer consigo el calor habitual. El aire era gélido, pero el frío en mi interior era mucho más intenso. Las palabras de Wolf, su ultimátum, resonaban en mi cabeza como un eco incesante. La presentación. El anuncio formal. Yo sería expuesta, mi cuerpo entregado al propósito de su linaje. El tiempo se agotaba.

No tuve que esperar mucho. Poco después del amanecer, dos mujeres entraron en mi cabaña. No eran las sirvientas que me traían la comida rancia, ni las esclavas de bajo rango. Eran mujeres del clan, de aspecto serio, con ropas más finas que las mías, aunque no tan lujosas como las de Freyja. Sus miradas eran una mezcla de curiosidad y la misma desconfianza que había visto en el rostro de la reina.

—El Thane Wolf te espera —dijo una de ellas, su voz plana y sin emoción—. Te prepararemos para la presentación.

No hubo preguntas, no hubo objeciones. Solo una aceptación silenciosa de mi destino, al menos por ahora. Me c