CAPÍTULO 3
Mi cuerpo aún temblaba cuando me aparté de él. Me bajé de su regazo con las piernas débiles, la respiración desordenada y el pecho latiendi. Xavier ya se estaba vistiendo. Lo hacía rápido, con manos nerviosas. —Preciosa… no quiero que te vayas —dijo de pronto, abrochando los botones con apuro—. Voy a ver qué pasa con mi padre y regresaré por ti. No supe qué decir. Me quedé muda. Estaba en shock, procesando lo que acababa de pasar. No me había entregado a cualquier Alfa. Era él, el hijo del Líder Supremo, el heredero, el príncipe de una manada que nunca aceptaría a una Omega como yo. Y sin embargo, me había besado, tocado, marcado… Me había hecho suya con la facilidad con la que se respira. Me besó antes de irse. Lo hizo como si fuera una despedida suave, como si realmente pensara volver. Pero yo seguí sentada al borde de la cama, mirando un punto fijo, tratando de entender qué acababa de pasar, tratando de asimilar que le había dado mi virginidad al único lobo que me provocaba sensaciones tan profundas que me sacaban del cuerpo. No sé cuántas horas pasaron. Solo sé que me cubrí con la sábana, esperando que la puerta volviera a abrirse. Necesitaba hablar con él, escucharlo, Pero no fue Xavier quien volvió. Entró una mujer que no esperaba: cabello negro, piel impecable, unos años mayor que yo y una presencia tan fuerte que helaba el ambiente. Me miró de arriba abajo con una mezcla de repudio y lástima —Pensé que era Xavier —logré decir con la voz quebrada. —Soy su madrastra. Me habló de usted. Vine a entregarle su paga —respondió, seca, sin espacio para cordialidades. Chasqueó los dedos y un lobo entró con un maletín que colocó sobre la cama. Al abrirlo, me encontré con una montaña de billetes. Dólares. Más dinero del que jamás había visto en toda mi vida. Me paralicé. —Yo… quiero hablar con él. Me dijo que regresaría cuando supiera qué quería su padre. La mujer ni se inmutó. Bajó la mirada hacia la sábana que me cubría. Vio la mancha de sangre, el cuello marcado. Sonrió con una expresión de cruel satisfacción —Le aconsejo que tome el dinero —dijo con frialdad —. Usted solo fue una aventura. No crea que por entregarle la virginidad al Alfa se va a casar con él. Es una Omega. ¡Ubíquese! Sus palabras me desgarraron, Había soportado muchas humillaciones en mi vida, pero no esperaba esto de Xavier. No después de todo lo que me dijo. No después de cómo me miró. —Me dijo que regresaría… —susurré con la garganta cerrada. —¿Por qué cree que estoy aquí? —interrumpió—. Ya tuvo lo que quería. Me pidió que le pagara. Y ahora mismo está en su yate, celebrando con sus amigos que le quitó la virginidad a una Omega. Todo se cayó dentro de mí, La dignidad, La ilusión. Pensé que lo que habíamos hecho significaba algo. Pensé que me había visto. Ella dejó el maletín encima de la cama como si arrojara basura. —Tienes veinte minutos para dejar la suite. No hagas una escena. Y se fue. Cerró la puerta sin mirar atrás. Me vestí en silencio. No me miré al espejo. No lloré. No grité. Solo guardé el temblor, el dolor y la marca invisible de haber sido una más. Pero el dinero… ese maldito dinero podía salvar a mi familia. A mamá. A Liliana. A mí misma. Yo había entregado el corazón, pero ellos no. Ellos no tenían por qué pagar las consecuencias de mi ingenuidad. Tomé el maletín y salí. Y me juré, con cada paso, que nunca más. Nunca más volvería a creer en promesas envueltas en placer de un Alfa. Nunca más bajaría la guardia por una voz dulce. Pensé que podía ser su Mate. Esa noche llegué a casa, me duché hasta que la piel se me enrojeció, escondí el dinero y la marca de mi cuello. Luego fui al estudio, le entregué su parte al jefe y le tendí la mano. —Renuncio —le dije sin titubear. —¿Y si él regresa? Si le diste un buen servicio, va a querer más. —No lo hará. Y si lo hace… que se pudra. Seis meses pasaron ... Desde aquella noche, el dinero me permitió salir del abismo. Pagué las deudas, compré un carro sencillo y abrí una boutique de novias. Afrodita quedó enterrada. El antifaz, las sesiones, el falso placer… todo era parte de una vida que ya no me pertenecía. Y Xavier… Xavier fue una herida profunda que tuve que coser sola, El Alfa había muerto y el asumio el liderato hace dos meses. No quería pensar en el, ahora tenía a Luca, un lobo Omega que me trataba con amor, con respeto, alguien que no me hacía sentir como una presa. Tenía un anillo en la la mano, tendría mi familia. Esa noche, Liliana me esperaba en el comedor con mamá. —¿Que pasa? —me asusté al verlas sentadas en el comedor con esa expresión de problemas. —Hace un mes y medio estoy saliendo con un lobo y el quiere hablar con ustedes. Me senté incredula, había pagado la carrera de Liliana, estaba a meses de graduarse y dejaría todo por un hombre, se lo hice saber, Pero mi madre me detuvo. —¡Es un lobo Alfa! Mis nietos tendrán la sangre limpia —gruño y empezó a toser —Soy su madre y le daré mi bendición. Suspire, no me quedaba de otra que aceptar —¿Cuando lo vamos a conocer? —Nos invitó mañana a una cena elegante en su casa. Liliana escondía algo, un misterio en su garganta que no me agradaba. Accedí, quería darle el beneficio de la duda, le di dinero para un buen vestido y compré el mío y el de mamá. Envío a un chofer y llegamos a una gran casa a la entrada de la manada. —Mia... No te lo dije antes porque se que te negarias, Pero el lobo con el que salgo es el Líder supremo Xavier y el quiere pedirles permiso para que yo sea su concubina oficial. Empalideci, mis manos empezaron a temblar, no solo por lo que acababa de confesarme Liliana, si no porque lo vería de nuevo. Al bajarme del vehículo casi obligada por la situación, lo ví y el me vio, de nuevo frente a frente.