Capítulo 10
Ares imponía. Era ese tipo de hombre lobo que no necesitaba decir nada para hacerse notar. Alto, de cabello oscuro y mirada intensa, tenía esa mezcla entre elegancia y peligro que hacía que el aire se volviera más denso cuando entraba en una habitación.
—Ella será la guardiana de mis hijos —dijo Xavier con voz firme mientras se acercaba y rodeaba la cintura de Liliana con posesión un poco para provocar mis celos —. Así que te prohíbo mirarla de esa manera, debes mirarla con pureza.
Sentí cómo mi estómago se encogía. No por los celos... sino por el peso de sus palabras, cuando llegara ese día de tomar mis votos de castidad, tendría que quedarme encerrada en esta casa.
—¿Guardiana? Tiene que ser una broma —Ares levantó una ceja, dio un sorbo a su trago y me observó como si no entendiera qué hacía yo ahí—. Es demasiado joven. Las guardianas hacen votos de castidad. Por eso siempre eligen a lobas ancianas. Lobas que ya vivieron, que ya criaron.
No sabía eso. Nadie me lo había