Un paso más cerca de ti (2da. Parte)
La misma noche
Palermo, Sicilia
Adler
Nadie es una hoja en blanco. Todos cargamos cicatrices, algunas visibles, otras enterradas tan hondo que solo duelen en las noches de silencio. Caminamos con la sombra de lo que fuimos pegada a los talones, como un espectro que nos susurra todo lo que perdimos, lo que arruinamos, lo que dejamos atrás.
El problema no es el pasado en sí, sino lo que permitimos que haga con nosotros. A veces, endurecemos el corazón hasta convertirlo en piedra, construimos muros de hierro y nos convencemos de que así estamos a salvo. Que nadie nos toca, que nadie nos hiere. Pero, en realidad, solo nos estamos hundiendo en nuestra propia armadura.
Quizás el miedo a empezar de nuevo nos paraliza, la idea de volver a ser vulnerables nos aterra. No queremos soltar las riendas ni dejar que alguien más las tome. Pero aferrarse al ayer es como beber veneno en pequeñas dosis: nos carcome, nos debilita, nos consume hasta dejarnos vacíos, porque el pasado es un sitio al que no