Las cartas sobre la mesa (1era. Parte)
La misma noche
Palermo, Sicilia
Oriana
Confiar en alguien es como poner tu vida en sus manos. No es una metáfora. Es literal. Cuando confías, te expones. Te vuelves vulnerable. Dejas la puerta entreabierta, esperando que no la derriben.
Dicen que la confianza es la base de toda relación sana. Tal vez tengan razón. Pero nadie te habla de lo difícil que es cruzar esa línea invisible entre lo que te dicta el corazón y lo que te grita la mente. Porque una cosa es sentir… y otra muy distinta es apostar tu estabilidad por ese sentimiento.
No se trata de miedo. Se trata de memoria. De cicatrices. De haber visto de cerca lo que ocurre cuando confías en la persona equivocada. Y ahí está el verdadero dilema: ¿cómo saber quién no te va a fallar? ¿Cómo distinguir entre una promesa y una mentira disfrazada de amor? La gente habla de seguir el instinto, de dejarse llevar. Pero nadie te prepara para el día en que tu instinto también te falle.
Porque confiar a ciegas es un acto de fe, y la fe necesit