El rostro del enemigo (4ta. Parte)
El mismo día
Cerca del estrecho de Messina, Sicilia
Adler
Supongo que hay cosas que simplemente no puedes detener cuando alguien te importa… cuando esa persona se vuelve parte de tu mundo, de tu rutina, de tu puta existencia. Y ahí empieza el verdadero problema: dejas de ser acero, dejas de ser irrompible. De repente, todo lo que eras—duro, frío, impenetrable—se viene abajo. La coraza no sirve, el escudo se agrieta, y ese dolor… ese maldito dolor se filtra como agua sucia por cada grieta que juraste no tener.
No es físico. Es peor. Cada segundo sin saber de ella es una tortura disfrazada de espera, te carcome desde adentro, te hace sombra de lo que fuiste. Una mezcla podrida de desesperación y rabia. Porque no tienes control, porque la incertidumbre te tiene de rodillas. El corazón se estruja con fuerza, y la mente… la mente no colabora. Empieza a dibujar escenarios, los peores, los más crueles. Tal vez es un reflejo, una forma de prepararse para el golpe. Tal vez una maldita defensa p