¡Niña malcriada!

Luego del entierro de Aurora, Nolan se sentía devastado, el sentimiento de orfandad y soledad en su corazón parecía crecer segundo a segundo. Los recuerdos como dardos agujereaban su pecho causando el más intenso dolor. Aunque quería fingirse fuerte frente a su pequeña hija, detrás de la puerta de su habitación, se deshacía en pedazos.

Esa noche no lograba conciliar el sueño, el rostro pálido y gélido en el ataúd lo perseguían.

—Aurora, mi amor ¿Por qué, por qué tuviste que irte y dejarme solo? —repite una y otra vez, esperando una respuesta que nunca llegará.

Como un flash back, recuerda el momento en que le pidió casarse, al comienzo Aurora no tenía muchas intenciones de hacerlo, para ella el amor no debía estar sujeto a leyes, ni ataduras que no fueran las de sus sentimientos.

—¿Aceptas casarte conmigo? —preguntó él, mostrando el hermoso anillo de brillantes y colocándolo en su dedo anular. Ella contempló la costosa joya puesta en su dedo.

—Nolan, mi amor —lo abrazó con fuerza y besó sus labios. Sabes que te amo, y no es necesario que nos casemos para estar juntos.

—Lo sé, pero también sabes que son un poco más tradicionalista y que deseo verte a mi lado bajo las leyes divinas. Además quiero que cuando al fin tengamos un hijo, nazca bajo un hogar legalmente instituido. —ella rió y él la observó sin entender.

—¿Qué te provoca tanta risa? —ella se colgó de su cuello y lo besó escuetamente.

—De la manera en que hablas mi amor, “un hogar instituido”, pareces un abogado o un profesor de Ética y moral.

—¿De verdad te parezco un abogado? —ella mordió su labio inferior al escuchar el tono seductor y pícaro con el que la interrogaba. Aurora disfrutaba de aquel juego de roles que ambos usaban cuando deseaban tener horas de sexo hard.

—Sí, señor juez, bien sabe lo arrepentida que estoy por cometer ese crimen —Sonrió con picardía. Él la tomó de la cintura, levantándola con fuerza, y Aurora rodeó su cadera con sus piernas, mientras se contoneaba de forma sensual.

—Entonces debo castigarla y condenarla a cinco orgasmos de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional hasta dentro de cinco años. —la pegó de la pared, y la azotó con su pelvis, ella gimió al sentir su dureza.

—Tiene usted un mazo bastante fuerte —bromeó y sus palabras acrecentaron el deseo en Nolan, quien se giró con ella entre los brazos, la dejo caer sobre la cama y comenzó a desvestirse desesperado por poseerla.

Nolan y Aurora hicieron el amor esa noche como si nunca antes hubiesen estado antes juntos, pero esa noche en particular, hicieron una promesa de amor.

—¿Me prometes que nunca dejarás de amarme? —le preguntó ella, con un rostro algo serio que no era usual en ella.

—Te prometo amarte hasta el final de mis días.

—Nolan, nunca, nunca pienso alejarme de ti. Tú eres mi gran amor.

—No sabría vivir sin ti, Aurora. Eres literalmente la luz de mi vida.

Aquella frase, duele y pesa en el corazón de Nolan. Aurora no había cumplido con su promesa ¿Era él capaz, de cumplir con la suya? ¿Realmente la amaría hasta el final de sus días?

Secó sus lágrimas por enésima vez, respiró una y otra vez intentando controlarse. Caminó por la habitación dando pasos firmes, sin dejar de moverse, ansioso. Frotando sus manos una contra la otra. Su vida había cambiado en fracciones de segundos y sin previo aviso.

Salió de la habitación, bajó las escaleras y fue hasta la biblioteca, era el lugar en el que solía despejarse leyendo y bebiendo un poco de vino, pero al bajar, vio una silueta en la cocina y se aproximó hacia ella.

—¿Camelia? —preguntó, sin distinguir bien en la oscuridad, cuya respuesta se dejó escuchar tras el ruido del vaso estrellándose contra el piso.

—No, señor, disculpe —respondió Violeta, nerviosa por haber dejado caer el vaso de cristal.

—¿Qué haces a estas horas, por aquí? —dijo sujetando con fuerza su brazo.

—Vine por un poco de agua —dijo con voz temblorosa, mientras Nolan la miraba fijamente en la oscuridad.

Ella movió su brazo con fuerza intentando zafarse de su agarre y empujando con su otra mano el cuerpo inamovible de Nolan.

—¡Suélteme, animal! —soltó aquel improperio sin imaginar la reacción de él.

—¿Qué dijiste? —preguntó en tono hostil y lugar de soltarla, la tomó de ambos brazos y la estremeció con fuerza, haciendo que ella se lastimara con un trozo de vidrio en el pie.

—¡Auch! —se quejó y él reaccionó repentinamente.

—Lo siento, lo siento —dijo llevando sus manos a la cabeza, Violeta, saltó en un solo pie y se recostó del mesón, él se inclinó y sujetó la pantorrilla de la chica. Ella llevaba puesto un camisón de algodón que llegaba una cuarta por debajo de su cadera, ese camisón se lo había facilitado Camelia, para que ella no durmiera con la única ropa que llevaba puesta desde el día del accidente.

La piel de ella era suave y su pantorrilla bastante firme, Violeta sintió un escalofrío recorrerle por completo cuando sintió su mano sujetarla y levantar su pierna ligeramente.

—Suélteme —volvió a decirle.

—Déjame ver tu pie, niña malcriada. —jaló con fuerza su pierna e intentó retirar la astilla de vidrio pequeño que se había incrustado en el contorno de su pie, al retirarlo comenzó a sangrar un poco.

Ella lo miraba con enojo, pero a la vez sentía algo indescriptible dentro de sí. Nolan presionó con fuerza el pie para evitar que continuara el leve sangrado.

—Es todo, estarás bien —respondió y colocó su pie de regreso al piso. —¿Qué haces descalza? —preguntó con asombro.

—No he tenido tiempo de ir por mis cosas a la pensión. —respondió parcamente.

—¿Vives en una pensión? —hasta ese momento, Nolan no se había detenido a pensar sobre quién era Violeta, y cuál era su pasado.

—Sí, señor ¿tiene eso algo de malo? —preguntó un tanto indignada.

—No, realmente no.

Violeta sentía que temblaba ante la presencia de Nolan. Al comienzo pensó que su reacción era propia del comportamiento arrogante de él, pero ahora percibía que aquello era una constante. Bastaba verlo o sentirlo cerca para que su corazón latiera apresurado y sus manos sudaran.

Él se limpió la mano con una servilleta, mientras la chica intentó mirar en la oscuridad hacia el piso para no volver a lastimarse. Al verla saltando de un lado a otro, sacó su móvil y encendió la linterna para iluminarle el camino.

La luz de la linterna, hizo que su silueta quedara al descubierto ante la mirada atónita de Nolan. Sus piernas eran largas y bien torneadas, sus muslos algo gruesos. Si bien la complexión de ella era atlética, él la veía algo masculinizada, sus gestos eran toscos y su vestimenta incluso, poco femenina.

—¡Gracias! —respondió ella, mientras se dirigió al depósito para tomar la escoba y recoger los restos de vidrios en el piso.

—Deja eso —le ordenó con firmeza— Mañana Camelia se encargará de mandarlo a limpiar con la criada. —agregó.

—No hay problema, puedo hacerlo —respondió ella.

Pero para Nolan O’Brien, no hay algo más desquiciante que el hecho de que alguien le lleve la contraria. Se acercó a ella y le arrebató la escoba de la mano, sujetando con fuerza su muñeca.

—¿Eres feliz, llevando siempre la contraria? —espetó. Ella volvió a estremecerse y su piel se erizó por completo.

Nolan miró la reacción en sus muslos que parecían salpicados de puntitos. Luego subió el rostro y miró sus labios trémulos y húmedos. Una extraña sensación se apoderó de él, la jaló con fuerza sintiendo su cuerpo pegado al suyo.

—Dije que Camelia se encargará de esto mañana —su respiración era agitada. Escuchó pasos acercarse y se apartó de ella, quien seguía perturbada y temblando por dentro.

—¿Qué pasa? Escuché un ruido —dijo la empleada frotando sus ojos.

—Fui yo —respondió ella— se me cayó el vaso.

—¡Sr Nolan! —exclamó la mujer al encender la luz y verlo frente a ella.

—Todo está bien Camelia, no se preocupe. Fue sólo un pequeño accidente. La señorita Violeta dejó caer el vaso y sin querer se cortó. Pero ya está bien ¿no, señorita? —preguntó con cierta ironía.

—Sí, estoy bien —respondió, cubrió su pecho cruzando sus brazos para tapar sus pezones erguidos.

—Buenas noches —dio la vuelta y fue rumbo a la biblioteca. Ella miró a Camelia y las lágrimas se desbordaron por sus mejillas.

—¿Qué te pasó muchacha? ¿Por qué estás temblando? —se acercó levantando el rostro de la chica con ambas manos.

—Fue un accidente, estaba tomando un poco de agua y el Sr Nolan me sorprendió y sin querer dejé caer el vaso. ¡Soy un caos!

—No te preocupes, Violeta, fue sólo un vaso. ¿O pasó algo más? —preguntó con asombro.

—No, nada. Sólo eso. Creo que estos días han sido muy difíciles para mí y sólo ahora siento que me afectaron. —dijo entre sollozos; la mujer le ofreció su hombro y Violeta se refugió en él.

—Te entiendo. Sé que el Sr O’Brien puede ser a veces un poco fuerte de carácter, pero no es malo. Es más diría que es un gran hombre.

—Pues lo disumula muy bien —dijo ella y aquello provocó la risa en ambas.

—Ve y descansa, yo me encargo de recoger esto.

—Lo siento, no fue mi intención. —volvió a excusarse.

—Lo sé Violeta, no te preocupes. Es parte de mi oficio. —Violeta se dispuso a salir de la cocina, cojeando un poco, cuando Camelia la detuvo— ¿Estás descalza? —preguntó, igualmente sorprendida.

—Sí —se miró los pies y luego el rostro de la mujer— no veo cuál es el inconveniente. —se encogió de hombros.

—Pues ese mismo que acaba de pasar, te lastimaste por andar descalza. Sube y ahora mismo te llevo un par de pantuflas.

Violeta asintió y subió la escalera a grandes pasos, mientras Nolan la observaba desde abajo, sonriendo. Aquella chica era seductoramente atractiva, tenía que estar ciego para no percibirlo. Se regresó a la cocina y le dio una orden un poco inesperada a su empleada de confianza.

—Camelia, saca alguna ropa de Aurora y llevásela a esa chica, igual un par de sandalias.

—¿Pero está seguro que desea que la ropa de mi Sra Aurora que en paz descanse —se persigno— se la lleve a Violeta? —La mirada de Nolan fue una clara respuesta. Camelia sabía cuánto lo enojaba que refutaran o pusieran en duda alguna de sus órdenes.— ¡Cómo usted diga señor! —respondió y Nolan giró en sus propios pies de regreso a la biblioteca.

En tanto, Violeta era un caos emocional, por un lado estaba nerviosa por el incidente en la cocina con Nolan; por otro lado, su cuerpo seguía excitado, además de ello, también tenía unas inmensas ganas de llorar. Siempre había sido fuerte de carácter y sabía controlar (reprimir) sus emociones, pero no lo estaba consiguiendo esta vez. Era vulnerable ante la presencia de Nolan O’Brien, lo que la puso a dudar de sí debía quedarse en aquel lugar o huir de él a tiempo…

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