Tocaron a la puerta de la mansión O’Brien. Camelia fue hasta la entrada principal, abrió la puerta y se encontró con la mujer de avanzada edad que iba por su mascota.
—¡Buenos dĂas! Estoy aquĂ por mi mascota. —dijo con voz trĂ©mula y sonrisa amable.
—Buenos dĂas, en seguida le traigo al cachorro.
Cuando Camelia se girĂł hacia la escaleras, en la parte superior apareciĂł Samantha, vestida aĂşn con su pijama color rosa y despeinada, traĂa consigo al cachorro entre sus brazos. La mirada más triste que se puede contemplar es la de la despedida, mucho más en un niño que no entiende las razones complejas de la vida.
La mujer aguardó a que la niña descendiera escalón por escalón, hasta llegar a la parte baja. Le extendió los brazos para recibir al cachorro pero la niña se negó a entregárselo.
—¡Yo se lo devolveré! —dijo con voz firme. Camelia sintió su corazón llenarse de emoción al escuchar las palabras valientes de la niña.
Samantha caminĂł hasta la puerta, la mirada tierna de Vilma a