El viaje se convirtió en una situación eterna, silenciosa e incómoda. El perfume de Enzo, se extendió por todo el vehículo, haciendo que la asistente, contuviera sus ganas de suspirar. A ella le encantaba ese olor.
Enfocó su vista en la ventana y se concentró en las imágenes de la ciudad, mientras Enzo disfrutaba mirarla, hasta que notó, que se estaba quedando dormida. No la interrumpió.
Finalmente, llegaron hasta el edificio, y entonces, él se quedó en el auto con ella, hasta que ella despertara, que no fue después de media hora más tarde, y su cabeza estaba sobre el hombre de su jefe.
Rápidamente se enderezó en su lugar.
— ¿Ya llegamos? — cuestionó, observando un poco perdida el lugar.
Enzo sonrió.
— Ya llegamos — respondió —. Te quedaste dormida, y no quise interrumpir tus sueños.
— Debiste hacerlo — manifestó molesta, abriendo la puerta.
Enzo hizo lo mismo, mientras ella caminaba hacia el interior, hasta que recordó que debía agradecer y no ser una mal educada con su jefe.