FINN LYNCH
Desperté antes que ella, sentía toda la espalda contracturada y cuando por fin me levanté, todo me crujió. —Ya estoy viejo… —dije en un susurro.
Me quedé por un momento viéndola dormir, con las sábanas enrolladas en los tobillos y aún aferrada a mi almohada. Había perdido toda esa lujuria que la había caracterizado la noche anterior, ahora con ese cabello alborotado y sus ligeros ronquidos, parecía un verdadero ángel.
Salí a la cocina, sobándome el cuello y sacando todo para hacer algo de café, cuando el timbre sonó.
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—¿Qué es lo que está ocurriendo? —preguntó M