NARRADORA
Raven puso los ojos en blanco, arropando a su pequeño hijo, que cayó exhausto del cansancio por el uso excesivo de su magia.
Dalila, a su lado, en la pequeña cueva, preparaba brebajes de reconstitución para los heridos y para Raven, que igual estaba que se caía a pedazos de las múltiples heridas, agotada y adolorida.
Anastasia, mucho más fresca que ella, no dudó en dar el paso adelante.
Salió enseguida a la plaza interior del castillo, próximo a la puerta de entrada principal, dando órdenes a diestras y siniestras, organizando a los heridos y prisioneros.
Sus Centurias afortunadamente solo tuvieron pocas bajas y la mayoría estaba bien, ya eran tan escasas, que cada pérdida dolía como por cientos.
La Beta salió a mirar los restos de cadáveres y partes de cuerpos esparcidas, como una pintura sangrienta, por doquier, suspirando ante tanta muerte.
— Zafira quemen todos los cuerpos, solo separen los de nuestra gente en piras independientes, para que sus familiares los lloren y de