En el castillo del Reino de León, el aroma dulce de las flores frescas y la miel impregnaba cada rincón, pero el aire era denso, cargado de tensión venenosa. Era la atmósfera habitual cuando las hijas del rey Falcón estaban reunidas.

Todas con algo en común. No querían a Azalea como la futura princesa esposa del príncipe Roderick y la posible futura reina del reino de Alameda.

Azalea Izzy Haro Benavides, la menor de las siete, caminaba por uno de los pasillos principales, con Wismeiry un paso atrás, cargando algunos libros. Sabe que debe entrenarse y aprender más que los demás. Sabe la responsabilidad que recae en sus hombros y no piensa tirar la toalla. Su vestido era sencillo como siempre, sin joyas ni bordados. No hacía falta. Azalea brillaba por cuenta propia.

Y eso, precisamente, era lo que sus hermanas no podían soportar.

Daisy, la mayor, fue la primera en interceptarla. Se encontraba recostada sobre un diván de terciopelo, mientras una de sus doncellas le pintaba las uña