>>> Ayseli:
Yo aún estaba sentada en el regazo de ese Alfa, sentía cómo el calor de su cuerpo era un refugio y una llama que no quería apagar.
—Iremos juntos —dijo ese macho, su voz baja, cálida—. Pero será después de la ceremonia de mañana en la noche.
No pude evitar sonreír, limpiando con la punta de mis dedos las lágrimas que aún resbalaban por mis pálidas mejillas. Sentí que el miedo se diluía, reemplazado por una mezcla extraña: ansiosa y nerviosa a la vez.
—Estoy… ansiosa —confesé, con un hilo de voz—. Y nerviosa.
Raymond me miró con esos ojos verdes que parecían saber más de mí que yo misma.
—No tienes que estarlo —me dijo con voz suave—. Estaré contigo todo el tiempo. Nadie en la manada te hará daño.
Su promesa fue un arrullo que me envolvió. Sentí cómo su mano buscó la mía que tenía sobre mi regazo, sus dedos me tocaron suavemente, fue solo un roce, pero se sintió como una corriente electrizante, luego, bajó sin prisa hasta posarse en mi muslo… Dejé de respira