Capítulo 61: Que se lleve a Ayseli.
Malahia bajó con cuidado, el eco de sus botas golpeando los escalones.

El aire se volvía más frío y denso a medida que descendía.

El olor a humedad impregnaba las paredes blancas, aún visibles a pesar de las manchas negras del incendio y los regueros oscuros de sangre.

Al llegar al fondo se encontró con pasillos amplios y silenciosos. Cajones alineados a ambos lados, algunos abiertos, otros cerrados.

A diferencia de la destrucción en la superficie, ahí el orden permanecía casi intacto.

Lo más extraño era que muchos de esos cajones brillaban como si fueran de cristal. La luz tenue que se filtraba desde arriba rebotaba en ellos, creando reflejos.

Ella comenzó a revisarlos con rapidez.

Movía cajas, corría pergaminos, apartaba telas. Muchos estaban escritos con símbolos que no entendía. Letras antiguas, signos arcanos que parecían moverse bajo la vista. Sus cejas se fruncían con frustración.

No buscaba cualquier cosa.

Buscaba el cofre con el símbolo exacto que Fort había dibujado.
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