—¡GRAAAAH! —rugió la loba blanca, lanzándose sobre el lobo marrón.
Pero él la frenó de inmediato, derrapando con las patas, y con un movimiento brusco la desvió hacia un costado.
Truenos comenzaron a retumbar en lo alto. Relámpagos iluminaban el cielo, haciendo brillar el agua en los lomos de ambos.
El lobo marrón se detuvo y habló con voz grave:
—Es suficiente por hoy.
Se sacudió la lluvia que ya empapaba su pelaje.
—Has mejorado tu agilidad —añadió con firmeza—. Aprendiste a reconocer que contra un lobo fuerte, al nivel de los de Fuerza Aguerrida, no basta con herirlo. Debes moverte. Golpear donde menos lo esperan. La estrategia y la rapidez son tu clave.
Sus ojos la examinaron un instante más. Y sin decir nada más, giró su cuerpo y se internó en el bosque. Su silueta marrón desapareció entre las sombras y la tormenta.
En la distancia, entre los troncos, se habían mantenido unas hembras Omegas. Al ver que el Beta se marchaba, corrieron hacia ella.
—¡Luna! —exclamó una, sac