CAPÍTULO 7
—¿Usted está loca? ¡Yo no puedo darle un hijo al Alfa! —Amelia refutó con ímpetu, sus palabras salieron llenas de incredulidad—. ¡Soy una esclava!
Retrocedió de inmediato, como si la presencia de Catalina pesará por ser la Luna dándole una orden incoherente.
Sus ojos abiertos se reflejaban una gran sorpresa.
Catalina, en cambio, mantuvo la calma. Sus manos temblaban sobre la mesa, y su voz, aunque suave, estaba teñida de súplica.
—Por favor, ayudarías a la manada, al Alfa y a mi.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, refleji de su desesperación, se levantó rápidamente de la mesa y tomó las manos de Amelia.
La loba estaba temblando, Amelia sintió el frío de su cuerpo, como si la sombra de la muerte la acechara.
—No puede pedirme algo así… —susurró Amelia, apartándose brusca y alejándose de la luna de la manada.
Catalina intento acercarse pero un dolor la atravesó en el pecho.
Su rostro palideció y, antes de que Amelia pudiera reaccionar, cayó de rodillas al suelo, sujetándose