CAPÍTULO 8
Susana se acercó con cautela a la cama dónde descansaba Catalina, notando la sequedad en sus labios agrietados.
Con manos temblorosas por su edad anciana, tomó un pequeño trozo de hielo y lo pasó con suavidad sobre los labios, Catalina desperto al sentir el cambio de temperatura.
—¿Sucedió algo? —preguntó con ternura—. ¿Se siente mal?
Catalina abrió los ojos lentamente, y en cuanto vio a Susana, sus labios comenzaron a temblar. No pudo contenerse más. Un suspiro escapó de su garganta antes de que se derrumbara en los brazos de la loba.
Susana la abrazó con fuerza, arrullándola, había cuidado del Alfa y de Catalina desde cachorros, eran como sus hijos.
—Amelia rechazó mi propuesta… —susurró Catalina entre lágrimas—. Ella no quiere ser la madre del primogénito del Alfa.
Susana sintió un alivio profundo al escuchar esas palabras. Sabía que la idea de Catalina solo traería problemas y sufrimiento.
—Mi señora, eso solo confirma lo que le dije —dijo con voz suave, acariciando su