Los renegados cargaron como una ola sin forma, un muro de garras y colmillos que no respetaba jerarquías ni pactos. Los guerreros del Hierro Sombrío se adelantaron al grito de Draven, chocando contra la horda con escudos, espadas cortas y transformaciones parciales que hacían que el metal crujiera bajo el impacto. El pasillo se convirtió en un caos de cuerpos entrelazados, vapor caliente y cristales de hielo desprendidos del techo.
Kariane levantó ambas manos y una llamarada controlada salió de su aura, no explosiva y caótica como antes, sino firme, densa, empujando hacia atrás a tres renegados que intentaban flanquear a Lyra. Sus ojos rojizos brillaron con una mezcla perfecta de miedo y determinación.
—¡Lyra, ve! —gritó— ¡Nosotros te cubrimos!
Selene se posicionó justo detrás de Kariane, extendiendo los brazos y dejando que una red de escarcha fina se deslizara por el piso como una serpiente blanca. Cuando dos renegados intentaron saltar sobre la barrera de fuego de la Roja, el hielo