LUCIEN VON MUNTEAN
Bosque de Băneasa Rumanía. ─── ∙ ~εïз~ ∙ ─── Estoy en lo alto de un roble antiguo, sentado en una rama gruesa que casi parece hecha para mí. Nadie mira hacia arriba. Esa es la primera regla del depredador: los humanos siempre miran al frente, nunca al cielo. El Bosque de Băneasa es tranquilo hoy. Sol suave entre las hojas, brisa tibia, el crujido de ramas bajas bajo pasos lejanos. Vengo aquí cuando necesito aire, o fingir que lo necesito. En realidad, vengo porque aquí puedo dejar de actuar. Abajo, en el castillo, tengo que masticar pan, beber vino, sonreír como si me importara el precio del trigo o el vestido de la duquesa. La comida humana no es de mi agrado, prefiero la tibia sangre de los ciervos. Pero aprendí hace tiempo que, para vivir entre ellos, hay que fingir que perteneces. Una voz seguida de una risa me hace abrir los ojos. —Juleka, dime algo… ¿no te parece precioso este lugar? Levanto apenas la vista. Es una chica. Vestido lila, cabello castaño suelto sobre los hombros. Inhala el aire como si fuera la primera vez que lo prueba. Detrás de ella, su doncella intentando resguardar a su dama. La escena me parecía un tanto graciosa la verdad. —Mi lady, si lo permite, creo que debería cubrir su piel del sol así... —No te fijes en eso —responde, riendo—, disfruta del aire fresco. Cuando regresemos a Transilvania no saldremos tan seguido de esa vieja y solitaria mansión. Un poco de color en mi piel no me hará daño Jul, relajate y disfruta todo esto — comenta la rebelde chica sin detener su andar. Me quedo quieto. ¿En serio acaba de decir eso? La mayoría de las damas de su clase se desmayarían si una gota de sudor les manchaba el cuello. Ella habla como si quisiera dorarse hasta las orejas solo para sentir que está viva. La doncella insiste. Menciona a lord Michael. Las obligaciones, y la hora de regreso. —Juleka, juguemos a las escondidas. Si me encuentras… tú ganas, y nos vamos a casa. Abro los ojos. ¿Está bromeando? Cuestiono por aquel trato. La doncella la mira como si hubiera perdido el juicio y en parte yo también así lo creo, sigo viendo la peculiar escena desde las alturas. —No es buena idea —responde—, este bosque es muy grande y... —¡Y nada! —ríe—, además, no caminaré tanto, Jul. Así que no exageres, amiga —en cuanto Juleka da la vuelta, sale corriendo entre los árboles. Yo no me muevo. Solo la sigo con la mirada mientras llega al lago. Se asegura de estar sola, levanta un poco la falda, se quita los zapatos y los deja sobre una piedra. Entra al agua hasta los tobillos. Cierra los ojos y onríe. —Ojalá pudiera sumergirme por completo —murmura—, el agua está deliciosa… —ahí, con el pelo suelto, los pies mojados y esa sonrisa que no parece fingida, parece la única persona aquí que no está actuando. Una2025-07-22 media sonrisa me tira la boca. —Primera dama que conozco que prefiere mojarse a arrugarse —murmuro, tan bajo que ni el viento lo lleva. La tranquilidad acaba cuando la escucho acercarse. Anka aparece en otra rama, a pocos metros. —Sabes que no es bueno jugar con la comida —dice, con esa voz dulce y falsa que usa cuando quiere joder. —Sabes que no consumo sangre humana —respondo, sin mirarla—. Dime, ¿no tienes a nadie más a quien molestar? —Solo estaba buscando una presa —sonríe—, esa que estás mirando… tiene un buen aroma. Pensé que podríamos compartir. —No. —¿Por qué no? —se acerca—. Hasta cuándo evitarás lo inevitable, Lucien? No negarás que su piel se ve… tentadora. Giro lentamente hacia ella. —Si la tocas —digo, tranquilo—, te rompo los dientes antes de que puedas probarla. Anka frunce el ceño. Sorprendida. Yo no doy explicaciones, salto de la rama, sinruido, desaparezco entre los árboles, mientras camino, una verdad queda flotando en el aire: No es su sangre lo que me llama la atención, es que, por primera vez, veo a alguien que parece libre. Y eso… es raro. Peligroso y maldita sea, imposible de olvidar. ──𖥸── ✿AMELIE APAFI✿ —Le dije que nos fuéramos. Ese vestido quedó arruinado, lady Amelie. Ahora usted podría enfermarse por hacer estás locuras —reprochaba la histérica doncella. Le oía, pero no le prestaba la más mínima atención en absoluto. Yo solo reía, divertida ante la histeria exagerada de mi sombra, o mejor dicho mi doncella. La muchacha de cabellera platinada me miraba con molestia. La burla era obvia en mí, lo sentía mucho, pero era realmente divertido. —No te preocupes, si —respondo tranquila—, además se lava y listo se van las manchas de lodo, solo es un vestido —explico irritando más a la histérica doncella. Juleka se esfumó entre los amplios corredores de la mansión, al ver a su señor, mi padre. Sabe que estamos en problemas y ella también. Nada bueno me aguarda y entendo que ella prefiera no estar allí para la reprimenda que se avecina a mí por el vizconde. La sonrisa que tenía se evapora de mis labios. Mi padre no tiene buen semblante, nada nuevo, pero está vez no tengo dónde esconderme para evitar su reprimenda. Estamos en el vestíbulo principal. Las paredes de piedra gris reflejan la luz tenue de los candelabros de hierro forjado. El piso de mármol brilla bajo mis pies descalzos, frío y pulido como hielo.. Los retratos de antepasados observan desde las paredes, con miradas severas, como si ya me juzgaran por el barro que mancha mi falda y el desorden de mi cabello. Todo en esta casa respira orden, tradición, control. Yo soy la fisura en medio de esa perfección. —Saliste de nuevo ¿Verdad? —cuestiona el aristócrata con voz enfurecida. Típico de él. —Padre yo... —Tú Amelie no tienes remedio, no eres un animal silvestre para corretear como un ciervo por el bosque, aunque se acabó niña está noche haré lo que sea para conseguirte un buen hombre, ya estás en edad de casarte —gruñe el noble con cansancio. —Pero padre yo no deseo casarme, yo... —¡No me interesa si es o no tu deseo, niña! —exclama el vizconde de Apafí colérico por mi actitud, a él le importaba todo menos mi opinión—, ya estás en edad de casarte, dime es eso o te irás a Austria con tu tía Ana, ya no estoy dispuesto a tolerar tus insolencias liberales, somos la comidilla de todos en Transilvania, creen que mi hija está loca! —¡Yo no quiero! —alzo mi voz molesta, impotente ante la intransigencia de mi progenitor. —No te estoy preguntando niña, tu deber es obedecer —ordena el vizconde furioso conmigo, su hija desequilibrada—, está noche te quiero perfecta, cómo lo que eres una noble, iremos al baile de la familia Von Muntean y te comportaras cómo lo que eres una señorita. Iba a refutar lo dicho por mi padre, pero sabía que cualquier cosa que dijese sería en vano. En momentos asi odio ser quien soy, odio ser noble, lo repudio con todo mi ser, hasta haber nacido mujer para mí es detestable. Corro, desapareciendo entre los amplios pasillos de aquella enorme mansión. Las paredes grises pasan a mi lado como sombras. Los retratos me miran con desaprobación silenciosa. Mis pasos resuenan en el vacío. No sé a dónde voy. Solo sé que necesito alejarme. De él. De sus planes y de esta vida que nunca elegí.