Abandonamos nuestras habitaciones y bajamos hasta el comedor; estoy lista para encontrarme con cualquier noble y enfrentar su falsa amabilidad, incluso estoy preparada para ver a la Duquesa de Ventura y enfrentar sus fastidiosas conversaciones respecto a su hijo y la princesa Emma.
No obstante, cuando los criados comienzan a abrirnos las puertas que dan al amplio y majestuoso comedor de De Silvanus, yo empiezo a sentirme impaciente y nerviosa, tan ansiosa que sin querer le clavo a Gian las uñas en el brazo. Y cuando finalmente las puertas se abren por completo, mi corazón se detiene un segundo y mis ojos se humedecen, sin querer un lastimoso gimoteo escapa de mis labios.
Me he quedado pasmada, apenas puedo respirar, no siento las piernas, solamente puedo ver a las personas de pie frente a nosotros.
—Me dijiste que te sentías sola, ¿recuerdas? —susurra Gian y yo rompo a llorar.
Son mi familia, mis tres hermanos pequeños, mis dos hermanas y mis padres. No lo pienso, suelto su brazo