Javier le hizo saber a Valentina que si Mariela perdía a su hijo la enviaría a la cárcel y de allí no saldría hasta que él lo decidiera.
—¡Yo no la toqué!— Gritaba Valentina. Sin embargo, el hombre estaba cegado por el odio y no le creyó. Tomó a Mariela en brazos y condujo hasta el hospital más cercano.
—Doctor, salve a mi mujer y a mi hijo—. Pedía con desesperación.
Detrás de ellos se fue Valentina. Sabía que no era culpable pero también se pasaba de estúpida y quería asegurarse que el hijo de la amante de su marido estuviera bien.
Cuando llegó al hospital se enteró de que Javier había salido por algunos medicamentos que se necesitaban y que no contaban con ellos.
—Enfermera, ¿cómo está la paciente de la sala antes mencionada?—. Consultó luego de comprobar que Mariela si estaba ingresada en ese lugar. Valentina se hizo pasar como su hermana para obtener dicha información.
—Ella tiene una mano fracturada, no más heridas de gravedad a parte de moretones en algunas partes de su cue