Capítulo 147. Lazos de sangre.

Elizaveta

El dolor ya no ardía. Era más bien un zumbido distante, como si mi cuerpo hubiera decidido desconectarse para no seguir sintiendo. Pero la memoria, esa maldita traidora, no se apagaba.

Seguía trayéndome imágenes a ráfagas: el suelo frío, los gritos de Taras, mis brazos cubriendo mi vientre, el golpe seco en mis costillas, el sabor metálico de la sangre.

Y la voz de Irina, gritando mi nombre, interponiéndose, rompiendo el infierno.

Quise abrir los ojos, pero no pude. Quise moverme, pero no me respondía nada. Apenas era un suspiro entre mantas. Oí pasos, suaves esta vez. Una mano húmeda limpió mi frente.

El aroma del agua tibia con hierbas me trajo un recuerdo lejano, casi infantil. Una tarde con fiebre. Una voz dulce que me hablaba.

—Tranquila, estoy contigo.

No era mi madre.

Era Irina.

—Shhh, Eli… estás a salvo, ¿sí? Ya pasó. Ya pasó todo —susurró.

Quise decirle que no era verdad. Que nada había pasado, que todo seguía aquí dentro, rompiéndome, aplastándome. Que no estaba
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