Capítulo 133. No pienso dejar vivo a nadie.
Dominic
El helicóptero descendió como un ave de presa sobre la finca. Ni bien toca tierra, salto sin esperar instrucciones. La puerta se abrió de golpe y el aire me golpea en la cara como una bofetada gélida, pero no me inmuto.
El médico trota detrás de mí, forzado por los empujones de Yuri. Aún lleva el rostro desencajado, como si no terminara de entender cómo en menos de una hora lo saqué de su cama y lo arrastré al infierno.
No tengo tiempo para su crisis existencial.
—¡Abran paso! —gruño mientras me abro camino entre los hombres que ya habían preparado la sala—. ¿Dónde está el maletín? ¿Dónde están las putas máquinas?
—Todo está listo, jefe —responde otro de mis hombres, acercándose con la cara tensa, los ojos clavados en el monitor portátil que sostiene.
El interior de la finca huele a sangre, cloro, a antiséptico, a miedo. El improvisado quirófano está lleno de luces quirúrgicas, un monitor cardíaco, herramientas desinfectadas sobre bandejas metálicas, tubos, cables, vendas, bi