DominicAndru mira el medallón en mi mano. No lo entiende. No entiende lo que esto significa.—¿Qué mierda es eso? —pregunta, su voz llena de curiosidad.Lo guardo en el bolsillo del pecho, justo sobre la cicatriz que Trina dejó en mi corazón.—El principio del fin —digo, mi voz grave, oscura, como el trueno que precede a la tormenta.Le doy una orden al piloto, y es allí donde se desata la guerra, donde la tierra se tiñe de rojo, donde los enemigos caen como hojas en otoño. Hacia el infierno de Seamus.El helicóptero se eleva y comienza a atacar a la aldea. Entre el humo y las llamas. Abajo, el caos se extiende como una mancha de aceite. Sirenas. Gritos. El eco lejano de explosiones.—Necesito ir a Dublín.Andru me mira, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y admiración.—¿Estás seguro de esto, Dom? Vamos directo a la boca del lobo.Saco el medallón. Lo giro entre mis dedos. La hendidura parece burlarse de mí.—No tengo opción —gruño—. Lo más probable es que Trina esté allí.Yu
Elizaveta Petrov.No tuve más conciencia de mí, me sumí en la oscuridad, hasta que sentí una punzada de dolor, una fuerte patada en las costillas que me hizo arquear el cuerpo como un insecto aplastado. Sentí las manos invisibles del sufrimiento atando cada parte de mi cuerpo, las marcas del tormento cruel y feroz ardían. La sangre caliente y pegajosa empapaba mi piel. Intenté enderezarme, pero caí como una muñeca rota, un cascarón vacío. El sabor a metal y bilis inundó mi boca. Mis ojos se abrieron lentamente, pegados por la sangre seca. El ardor me quemaba, implacable, el dolor atraviesa mi carne sin misericordia. El daño en mi cuerpo es profundo, sobre todo en mi alma. —Levántate, inútil.La voz de él resuena en mis oídos como un disparo. Reconozco esas botas negras, lustrosas, incluso manchadas de mi sangre. Levanto la vista y ahí está, Taras Petrov. El hombre que se supone es mi padre. —P-Papá... —La palabra me quema la garganta—. ¿Por qué...? Se agacha hasta que su alient
ElizavetaMe estremezco, sintiendo cómo cada parte de mi identidad se desmorona. Los lentes de contacto grises habían sido mi escudo, mi máscara. Ahora, expuesta, me siento desnuda bajo su mirada despiadada.—Tus ojos... —continúa, su voz mezclada con disgusto y fascinación—. El único rastro de tu verdadero origen. De tu madre… de esa sangre que pensé que te haría especial… pero no, no tienes el carácter de ella, porque eres débil.Sus palabras me golpean con más fuerza que sus puños. ¿Mi madre? Nunca antes la había mencionado. Siempre fue un tema prohibido.El silencio que sigue es ensordecedor. Siento que el mundo se desmorona a mi alrededor, cada certeza que alguna vez tuve se desvanece como humo.—Pero no te preocupes —dice, volviéndose hacia mí con una sonrisa que me hiela la sangre—. No voy a continuar con este error. Todo esto lo tienes merecido, por haber liberado a los italianos.—Yo... yo solo quería... —balbuceo, pero él me silencia con una bofetada que hace estallar estre
Advertencia: Es romance oscuro que se caracteriza por tratar temas intensos y sombríos en el contexto de una relación romántica. Aquí son malos los mafiosos, no se arrastran ante la mujer y tienen pocos gestos romántico. Demuestran su amor a lo bruto. Si no les gusta este tipo de historia por favor no sigan leyendo. Capítulo 1. Dominic King. El aire en la habitación estaba cargado, impregnado con el aroma metálico del cuchillo que recién había afilado y que ahora descansaba sobre la mesa. La luz de la vieja lámpara parecía temblar, proyectando sombras que parecían bailar al compás del sonido repetitivo de mi yesquero, que encendía y apagaba, producto de mi inquietud. Sentado frente a mí, mi tío Salvatore me observaba con esa mirada de acero que había aprendido a odiar y temer desde que era un niño. Siento la tensión como una bestia viva entre nosotros. Mi mano juega con el encendedor, la llama efímera arroja sombras danzantes sobre las paredes de la mansión que parecen cerrarse
Dominic Luego de aterrizar ese mismo día en la ciudad de Nueva York, el cambio para mi es radical, de la tranquilidad de mi mansión en Rusia, a la vibrante marea de luz y color de un desfile de moda en Nueva York.La primera fila es un escenario propio, donde cada gesto es observado, cada expresión analizada. Pero nadie puede leerme. Mi rostro es una máscara de serenidad inescrutable, un contraste gritante a la oscuridad que dejé tras las puertas de mi fortaleza ancestral.Sentado allí, rodeado de la elite, las cámaras y las sonrisas fabricadas, puedo sentir cómo se diluye cualquier vestigio de duda. El ruido, el bullicio, la superficialidad del glamour... Nada toca la esencia de lo que soy. Soy un depredador vestido de etiqueta, un lobo entre ovejas, y sin importar cuánto brille el mundo a mi alrededor, mi naturaleza oscura no se ve afectada."Adaptabilidad," pienso, mientras mis ojos recorren la pasarela. Esta habilidad para camuflarme entre las facetas de la sociedad es tanto mi a
Trina QuinteroEl último paso resonó como un eco en la pasarela, y con él, el tumulto de aplausos que marcaba el final de mi desempeño. La adrenalina aún latía por mis venas como una melodía frenética, mientras las luces me cegaban y los flashes capturaban cada instante fugaz de gloria. De pronto, alguien se acercó y me entregó un ramo de rosas; lo sujeté con fuerza. Las flores eran hermosas, de un rojo tan profundo que parecía beber la luz a su alrededor.Al leer la tarjeta, sentí cómo una leve corriente eléctrica recorrió mi piel."Me recordaste lo que es la belleza en un mundo oscuro. Dominic Ivankov."—Dominic Ivankov, —murmuré para mí, dejando que el nombre se repitiera en mi mente. Mi corazón, ya acelerado, saltó un compás.Nerviosa, dejé atrás el fulgor y comencé a caminar hacia el caos de bastidores, donde cada sombra parecía susurrar su nombre.Había algo en ese nombre que se sentía vagamente familiar, como si lo hubiese escuchado antes en un contexto que no lograba recordar.
Al escuchar sus palabras, sentí como si el aire se hubiera escapado de mis pulmones. Las palabras de Dante resonaban en mi cabeza, mezclándose con recuerdos borrosos de un niño de ojos amables y sonrisa reconfortante.Me dejé caer en la silla, sintiendo que el mundo giraba a mi alrededor. Las imágenes de aquel día, enterradas en lo más profundo de mi memoria, comenzaron a surgir como fantasmas del pasado.—No puede ser —murmuré, cerrando los ojos con fuerza—. Él me salvó... y yo... yo ni siquiera...—No es tu culpa, Trina —dijo Izan, su voz suave pero firme—. Eras solo una niña.Izan se acercó, arrodillándose frente a mí. Sus ojos verdes, tan parecidos a los míos, estaban llenos de preocupación.—Lo siento, hermanita. No queríamos que cargaras con ese peso.Asentí mecánicamente, incapaz de procesar completamente la información. Mi mente vagaba entre el shock de la noticia, sentía mi corazón adolorido, como si alguien le hubiese asestado una gran herida. Pese a ello, me armé de valor,
Dominic King.La gala benéfica era todo lo que había esperado: lujo excesivo, conversaciones triviales y la fachada cuidadosamente construida de personas que jugaban a ser altruistas mientras escondían sus verdaderos intereses. Me ajusté el moño del smoking, sintiendo el peso del Rolex en mi muñeca. Cada detalle de mi apariencia había sido cuidadosamente calculado para proyectar poder y sofisticación. Era una máscara perfecta para ocultar al depredador que acechaba debajo.Mis ojos recorrieron la sala, evaluando a cada persona presente. Políticos, celebridades, magnates... todos ellos peones en un tablero mucho más grande. Pero solo había una pieza que realmente me interesaba esta noche.Caminé entre la multitud, mi mirada evaluando cada movimiento, cada sonrisa, aunque solo la buscaba a ella.Trina Quintero Armone. Su nombre era un eco constante en mi mente, una melodía que oscilaba entre la obsesión y el desprecio. Me aseguré de que estuviera invitada, es que me encargué de que le