NARRA ALEXANDER
Me acosté al lado de Alessa que en ese instante estaba amamantando a nuestro hijo, aproveché para acariciar esas pequeñas mejillas rosaditas y ver como su boquita succionaba el pecho de su madre y sus manitas amasaban. Estaba extasiado de ternura, era mi último hijo, porque el cardiólogo nos advirtió que era lo mejor que ya no se embarazara, por la salud de mi esposa.
La niñera asomó casi una hora después con una agradable sonrisa, mi hijo ya se encontraba dormido en brazos de mi esposa. Antes de que se lo llevara le di unos últimos besos en sus mejillas. Lo tomó con delicadeza para llevárselo y habló con voz suave mirándonos a mi esposa.
—Señora Alessa, en la habitación tenemos ahora un calentador de biberones para las fórmulas, así que no se preocupe, descanse, mi compañera y yo estaremos al pendiente de los bebés, del suyo y de las bebés del señor Danko. Hasta mañana.
Quedamos ahí acostados en la cama, mientras yo la miraba risueño y ella me miró para decirme.
—Alex