Atina
Mi vida había cambiado muchísimo desde que Romeo llegó a ella. Mis antiguos profesores me habían revelado tantas cosas que aún me daba vueltas la cabeza. Vampiros y hombres lobo solían ser la misma especie. ¿Quién habría pensado que algo así fuera posible? Y el hecho de que Silas fuera descendiente del brujo que nos dividió en dos... Me alivió que su obsesión por convertirlo en vampiro no fuera solo culpa mía.
Regresé a la enfermería, dejando que Lucian acompañara a los profesores a la salida del castillo. Podían hablar de lo que quisieran, pero la votación era clara: los vampiros ya no matarían a hombres lobo. No es que yo lo hubiera hecho ahora que amaba a Romeo.
Romeo cruzó la puerta con paso decidido, su mirada intensa se posó en mi rostro mientras me alcanzaba, me levantaba de la silla y me abrazaba contra su pecho. Lo rodeé con mis brazos y me aferré a él.
—¿Cómo te fue?— pregunté.
—Bien. Barth se ofreció a ayudar a Asher. —Su voz retumbó en su pecho junto a mi cara—. ¿Cóm