Romeo
Casi me había forzado a tener relaciones sexuales con una mujer. Y además, en esta repugnante forma de hombre lobo. Era la segunda vez que casi le hacía eso a Atina. ¿Qué me pasaba? Había mantenido distancia de las mujeres desde que me transformé, pero la vampira me excitaba como ninguna otra mujer.
Sus colmillos deslizándose en mi piel me habían puesto la polla dura. La textura de su lengua sobre mi piel me hacía desearla en otros lugares. En todos. Incluso en sus colmillos. ¿Y qué era esa sensación de euforia? Había leído sobre cómo los vampiros hacían que una mordida fuera placentera, pero ninguna lectura me habría preparado para la experiencia.
¿Cómo podría conseguir que mi polla dura como una roca bajara?
Disminuí la velocidad hasta caminar. El aroma de Atina ya no me excitaba. Cuanto más me alejaba de ella, mejor, salvo que estábamos atrapados juntos en esta maldita burbuja. Solos. Tendría que hablar con ella. Estar cerca de ella, pero ¿cómo me controlaría? Los primeros me