—No olvides quitarte los pantalones—. Su voz emanaba llena de humor a través del bosque.
Casi sonreí al pensar en quitarme los pantalones para ella de otra manera. Me quité los pantalones y los colgué de una rama, con la pequeña esperanza de que estuvieran allí cuando volviera. Entonces, ¿cómo se acepta ser un lobo? ¿Aullar? Levanté la cabeza y aullé. Claro que podía hacerlo en mi forma semi-loba. No cambiaba cómo me sentía. Hice pucheros. ¿Debería arrastrarme por el suelo? Ahora sí que estaba siendo ridículo.
—¡Aquí, Wolfie! —cantó la voz de Atina a través del bosque.
Levanté el trozo de tela que había arrancado de la parte inferior de su vestido e inhalé su aroma. Era tan dulce y apetitoso. Las ganas de atraparla y aparearse con ella llenaron mi cuerpo. Mi piel se tensó. La necesidad me golpeó las entrañas como un puñetazo. Aparearse con ella. Negué con la cabeza. Mis orejas se agitaron de un lado a otro como si fueran más largas. Levanté una mano y acaricié sus suaves y aterciopela