El aire entre nosotros era eléctrico. En sus ojos juraría que podía ver universos colisionando.
—Jade —murmuró y se acercó a mí lentamente, como dándome tiempo para correr.
Pero me había olvidado de cómo hacer algo más que anhelar su toque.
Tomó mi rostro entre sus manos y pasó la yema de su pulgar sobre mi mejilla con una caricia ligera como una pluma.
Sentí que mis entrañas se derretían y se apretaban de necesidad.
Luego su pulgar rozó mis labios y cerré los ojos, abrumada incluso por esa leve sensación.
—Jade —gimió y cuando abrí los ojos de nuevo, él estaba inclinado más cerca, sus labios a centímetros de los míos.
Sus ojos eran tan azules que casi parecían de fuego helado. Podía ver el dolor que le causaba su restricción y la maravilla que sentía por nuestra cercanía.
Yo también lo sentí, el vínculo indeleble y la atracción, mientras escuchaba la voz en el fondo de mi cabeza rogándome que me rindiera.
—Sólo un beso —susurró, aunque no podría decir si estaba negociando conmigo o c