LUCAS
Temblaba ante mi tacto, todo su cuerpo se debilitaba de deseo mientras yo absorbía su delicioso aroma. Era como una suave lluvia que caía sobre mis sentidos resecos.
Pero sus ojos estaban asustados.
Le quitaría el miedo. Le quitaría todo menos el pulso de su necesidad y el zumbido de su placer.
Ella era lo único en lo que podía pensar desde el momento en que terminé mi cacería. Había cronometrado las horas hasta la ceremonia.
En el momento en que salí del laberinto vi su energía pulsando hacia la mía.
Pero esperaban un espectáculo: esas brujas tontas y sus ceremonias. Además, no quería abalanzarme sobre ella como un cachorro desesperado. Así que di vueltas alrededor del círculo, fingiendo interés aquí y allá, hasta que llegué a ella.
Ella se quedó quieta bajo mi mano, aunque podía sentir el calor de su rubor.
Ella estaba lista.
Ella era mía.
—¿Vienes conmigo ahora? —gruñí—. ¿O seguimos con esta tonta farsa?
Ella parpadeó y me miró, sus ojos eran de un azul oscuro, como las profu