Giulia
El auto avanza a través del crepúsculo mientras nos alejamos de Castillo Dimora. El vidrio oscurecido está levantado y estoy sentada de la manera más indecente en su regazo. Mi espalda está hacia su frente y sus manos recorren mi cuerpo sin vergüenza. Le dejo hacer lo que quiere porque no hay otra opción. Ya le he declarado que le pertenezco físicamente y no hay vuelta atrás, especialmente cuando me hace sentir tan bien.
Mientras sus dedos acarician mi pezón a través de mi vestido, arqueo mi espalda y un gemido sale de mis labios.
—¿No estamos siendo groseros al irnos sin decirle a Nonna Isadora? ¿No nos pidió que la visitáramos antes de irnos? —jadeo.
—Pregúntame si me importa —me susurra al oído, lo que me pone la piel de gallina—. Prefiero hacerte el amor toda la noche que pasar otra hora en esa fiesta de mierda.
Sonrío en la oscuridad. —A la abuela Isadora no le va a gustar que hayas dicho que su fiesta fue una mierda—.
—¿Quién se lo va a decir? —pregunta, rodeándome la cin