El haber pedido una taza con café a su asistente fue solo una excusa para quedarse solo. Tenía que recuperar el autocontrol que se le había escapado de las manos al dejar que su mente le jugara en contra, imaginando situaciones que definitivamente nunca se harían realidad.
Centrándose nuevamente en lo importante, repasó los acontecimientos que lo llevaron a estar, ahora, en un problema más que nefasto. El temor a perderlo todo afloró dentro de sí porque, ¿qué haría si la amenaza se cumpliera? ¿Qué pasaría con Chrome Machine? ¿Y con su vida, su reputación? Estaba casi seguro de que todo se vendría cuesta abajo. No era solamente su reputación lo que estaba en juego, era la empresa, los centenares de empleados que dependían de Chrome Machine.
Además, cabía la gran posibilidad de que su asistente tuviera razón. Podría darle a Alessandra lo que quería y la mantendría feliz por un tiempo, pero ¿luego qué?
La vergüenza rara vez había sido parte de su persona cuando era joven, pero ahora,