No quiero enamorarme de ella.
No logró oír claramente lo último que dijo Johari y él se preguntó qué estaría pasando por su mente.
—¿Qué quieres decir, Johari? —cuestionó, intrigando por lo que ella estaba pensando.
—Si lo analiza, eso quiere decir que ella tiene el vídeo en un ordenador. —Asombrado, arqueó ambas cejas—. Si hubiera alguna manera de ingresar al sistema de almacenamiento de ese ordenador… Bueno, es posible borrarlo.
—¿Estás sugiriendo piratear su ordenador? —preguntó, incrédulo.
No supo cómo tomarse la pequeña sonrisa de inocencia que ella le estaba regalando. Entonces se percató que había cosas que no sabía de su asistente, cosas que tal vez no sean muy “lindas”.
—¿Usted sabe cómo hacerlo? Porque eso sería una gran ventaja, señor.
—¿Estás consciente de lo que estás sugiriendo? Piratear ordenadores es un delito, Johari.
—¿Sí? Porque chantajearlo no lo es, ¿verdad?
Su ceño se frunció y echó la cabeza hacia atrás, descansando contra el respaldo de la silla, cerrando los ojos por unos segundos.