¿Enamorarse? No, eso nunca.
Posterior a un rápido trabajo manual dentro del baño de su despacho, se sintió mejor, aunque no del todo satisfecho.
Había estado a nada de cruzar la línea. Había estado cerca de mandar todo al carajo, olvidarse de su profesionalismo y de quien era, todo por la inminente atracción que sentía por su asistente. No era solo eso, era algo más. Eran esas emociones que habían comenzado a nacer dentro de sí, emociones que hacía mucho tiempo no las sentía y que, de alguna manera, lo hacían actuar como si él fuera un hombre joven y no el hombre maduro y centrado que era. No tenía 20 años, por amor a Dios. Estaba a nada de cumplir los 46 años.
Y Andrew tenía que recordar eso. Tenía que mantener en su mente que él estaba lejos de poder estar con alguien como su asistente. No solo porque ella era mucho más joven que él, sino porque estaría quebrando su propia regla de no involucrarse con alguien que laboraba en su empresa. Pese a eso, su mente macabra le recordó ese rubor y esa sonrisa tímida q