Sabio consejo.
—Oh. Me lo supuse —enunció su hermano, apenas ingresó a la oficina y cerraba la puerta detrás de sí—. Tienen suerte de que sea yo y no…
—Sí, lo sabemos —interrumpió, frunciendo el ceño en advertencia—. ¿Alguien…?
—No. No te preocupes —replicó Francis, sabiendo lo que él preguntaría—. Chicos, esto es serio. Deben tener un poco más de cuidado. Yo sé que quieren estar juntos y hacer cositas traviesas, pero evítense problemas. Al menos, por ahora.
—Gracias por el sabio consejo, hermano —refunfuñó, esbozando una sonrisa “amable”. Miró a su asistente, su rostro pétreo—. Johari, prepara la sala de juntas. Organiza las carpetas y manda un correo electrónico masivo, informándoles a cada ejecutivo que la reunión se llevará a cabo en diez minutos.
—Sí, señor —acotó su asistente. Luego, ella sonrió en torno a Francis, como pidiéndole disculpas con esa sonrisa—. Lamento todo esto, señor Francis. No…
—Descuida, Johari. —Su hermano apoyó una mano sobre el hombro derecho de su asistente y sonrió