El licor.
Todo en su mente era una broza de pensamientos que no lo estaba ayudando en nada. No sabía a ciencia cierta qué iba a hacer con el problema que ahora era mucho más grave, porque su asistente había visto el vídeo y leído el mensaje.
Vio de soslayo a Johari rodear el escritorio, tenía la cabeza gacha y otra punzada de culpa emergió desde sus entrañas. Sin decir una palabras, dio esos dos pasos e ingresó a su oficina. Sabía que su asistente estaba detrás de él.
—Siéntate —pidió, señalando las sillas frente a su escritorio.
No se molestó en mirarla para saber si ella había acatado lo que dijo. Se dirigió al mini bar al fondo de la habitación. Tenía una variedad de caros whiskies y licores, solo para beberlo cuando tenía alguna reunión en la oficina. Ciertamente, él no era de beber en horario de trabajo, pero hizo una excepción porque esta situación estaba llevándolo al límite y necesitaba apaciguarse si quería encontrar alguna solución.
—Y pensar que la siesta que dormí había ayudado