14. PARAR PARA PENSAR Y ENTRENAR
MARGARETH
Por fin respiro.
Aquellos complicados y pesados ropajes han sido cambiados por una bata ligera que, aunque fea a mi gusto, resulta extrañamente cómoda.
La seda áspera roza mis hombros desnudos y por primera vez en todo el día siento mi cuerpo libre.
Echo de menos dormir en short y camiseta de tirantes. Echo de menos el Netflix. Y, por encima de todo, echo de menos aislarme con mis audífonos y una lista de reproducción hasta hacer creer que los problemas no existen... aunque sea por un rato. Eso sí que me ayudaría a pensar.
Me dejo caer sobre la cama. El dosel se mece levemente, como si la mansión respirara conmigo. No puedo dejar de repasar lo ocurrido: la explosión, los gritos, y ellos —ambos— jugando con mi mente.
Mi cuerpo todavía guarda la memoria del instante en que Riven me atrajo contra su pecho: la calidez de sus brazos, la fuerza que me protegió, y ese zumbido extraño cuando su piel rozó la mía. ¿Magia, instinto o locura? No lo sé. Solo sé que no puedo borrarlo.
Cie