—¿Me presentas?—
Preciosa, nadie con quien haya estado se compara contigo. Claro que aparecías. Y sí, me masturbé en el coche con la fantasía, como un maldito pervertido.
Clay se pasó una mano por el pelo. Lo tenía más largo de lo habitual y mucho menos dócil. Supongo que llevaba un tiempo sin hacer nada después de convertirme en Olive.
—Puedes perder el título de pervertido si me lo cuentas—.
Sus ojos se oscurecieron. —¿Tienes tu vibrador?—
—Por supuesto que sí.—
Gruñó. —Quiero ser yo quien lo use contigo—.
—Es difícil hacerlo después de cómo me dejaste. Ni siquiera debería estar hablando contigo ahora mismo—, dije, mientras buscaba el vibrador en mi mesita de noche.
—No deberías —coincidió, pero su mirada era ávida—. ¿Lo tienes? Quiero verlo.
—No. Si quieres ver la mercancía, tienes que estar a mi lado.
Apretó la mandíbula, observando atentamente mi rostro y mis hombros mientras separaba mis piernas y colocaba el vibrador donde quería.
Bien. ¿Qué te imaginaste? Quiero que te masturb