La tensión entre nosotras era casi eléctrica. Eleonora se detuvo con rabia, su mirada oscilando entre Ilán y yo. Finalmente, al ver que él solo me miraba a mí, con una sonrisa que no llegó a sus ojos, asintió.
—Por supuesto, no querría estorbar —dijo, pero en su voz había una promesa tácita de que no se daría por vencida tan fácilmente. Con un último vistazo lleno de rabia hacia Ilán, que solo me miraba a mí, Eleonora se retiró de la habitación. Su silueta imponente y su perfume se desvanecieron en el aire como un mal presagio. ¿Cómo se le había ocurrido a Amaya ese estúpido plan sin avisarme? ¡Ilán estaba casado! Tenía que hacer que se divorciara; ¡él era mío! Esperé hasta que el sonido de sus pasos se perdió en la distancia antes