Las luces parpadeantes de la ciudad se veían distantes, como estrellas lejanas en el crepúsculo de sus maquiavélicos planes. Amaya se paseaba de un lado a otro, desesperada, tratando de encontrar una manera de salir de la situación en la que se encontraba ahora. Finalmente, se detuvo frente a un madero tirado en la orilla, lo recogió con determinación y se dirigió a Daniel con una voz helada.
—Haz lo que te digo, Daniel. Golpéame con fuerza en la cabeza, después estrella el auto contra un árbol y ponme al volante antes de llamar por ayuda. Tenemos que tomar medidas drásticas para ganar tiempo. Si aparezco gravemente herida en el hospital, mis acreedores no le harán nada a Ilán si en verdad lo tienen, y solo le exigirán que pague. Él lo hará, liquidará todas mis deudas cuando vea mi estado y me perdonará. Lo mismo ocurrirá con Ivory; n